NUEVO MIEMBRO COMITÉ DE HONOR: Dr. Antonio Battro

El 21 de marzo  de 2022 y coincidiendo con la primera visita de la delegación francesa a nuestra sede, tuvimos el gran honor de nombrar al Dr. Antonio Battro miembro de nuestro Comité de Honor. Toda la comunidad internacional Lejeune siente un enorme orgullo de contar con su apoyo y tenerlo como colaborador para continuar la obra.

El Dr. Battro, además de entrañable amigo de Lejeune, es Doctor en Medicina por la Universidad de Buenos Aires y Doctor en Psicología por la Universidad de París

Miembro de la Pontificia Academia de Ciencias, de la Academia Nacional de Educación y de la Academia de Ciencias Médicas de Córdoba. Director de la International School on Mind, Brain and Education en el Ettore Majorana Centre for Scientific Culture en Erice, Italia.

“Un científico eminente, un valiente defensor de la vida y un hombre de profunda fe. Fuimos amigos. Ahora Jérôme es reconocido como “Venerable” y se encuentra en proceso de beatificación y yo formé parte del comité que elaboró el proceso canónico en París. Contaré aquí cómo lo conocí, lo que pudimos hacer juntos y todo lo que me enseñó. Nuestro primer encuentro se dió en Cambridge, Massachusetts. Fue así:

En 1979 recibí una inesperada invitación del Vaticano para formar parte de la comitiva que enviaba el Papa Juan Pablo II, al Massachusetts Institute of Technology, MIT, para participar en el gran encuentro internacional del World Council of Churches, WCC. Fue para mí un regalo que jamás hubiera soñado.

La conferencia era sobre Fe, Ciencia y el Futuro. Allí me encontré con Jérôme por primera vez. Me cautivó su forma de actuar y de hablar. Charlamos mucho y compartimos paseos. Ese mismo año la Academia me había dado la oportunidad de hablar sobre “la computadora en la escuela: un instrumento para el cerebro”. Fue esa presentación la primera que hice en la Pontificia Academia de Ciencias antes de incorporarme como miembro en 2002.

Recuerdo que por entonces, 1979, en el flamante laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT, que dirigían mis amigos Seymour Papert y Marvin Minsky, se estaba abriendo el acceso a las computadoras para personas con discapacidad. Con Papert habíamos sido colegas y nos hicimos amigos en Ginebra en los 60 en el Centro de Epistemología Genética dirigido por Jean Piaget. Ahora un joven ingeniero brasileño, José Valente, a quien ya conocía, trabajaba para su tesis de doctorado bajo la dirección de Papert, con un muchacho que sufría una grave discapacidad motora. Me enteré que José había logrado un avance significativo en este programa de computación accesible para personas con discapacidad y que se convertiría en uno de los primeros intentos en el mundo, sino el primero, en tener éxito. Inmediatamente lo invité a Jérôme a visitar el laboratorio y observar lo que estaba sucediendo. José nos explicó que su alumno había escrito allí por primera vez una carta a su madre con ayuda de la computadora. Nos conmovió profundamente. Yo me atreví a decirle a Jérôme que “ese día había cambiado la medicina”…Él asintió pues percibió que la inclusión de personas con discapacidades en el mundo digital era un salto cualitativo en el cuidado de la salud y en su inserción social.

Uno de los resultados de este primer y excepcional encuentro en el MIT con las prótesis informáticas desarrolladas por Valente y su equipo, fue su aplicación en pacientes con Trisomía 21 y otras discapacidades intelectuales. Gracias al apoyo de Jérôme, de Nicholas y de Papert, pude entrar decididamente a trabajar en el amplio campo de la discapacidad mental con ayuda de las prótesis informáticas en la década del 80, antes de la venida de Internet

Desde nuestro primer encuentro con Jérôme en el MIT se sucedieron varios otros. Uno de ellos en la Argentina donde vino invitado a dar conferencias y un seminario de varios días y donde comenzamos a pensar en una reunión en la Pontificia Academia de Ciencias en el Vaticano dedicada a la informática y a la inteligencia. Cosa que logramos una década después, cuando Jérôme ya no estaba con nosotros.

Recuerdo el día que lo llamé desde mi casa para Navidad de 1993, donde me confesó que estaba con cáncer y en medio de un doloroso tratamiento. Conservo su carta donde me habla de su enfermedad que soportó con admirable firmeza. Sus cartas eran misivas escritas a mano, usaba una pluma a la antigua y tinta negra, con una bellísima caligrafía, generalmente firmaba “votre ami fidèle, ut semper”.

Releo ahora la correspondencia que mantuve con Jérôme por más de un decenio. En todas las cartas se evidenciaba su incansable trabajo en pos de mejorar el estado de los pacientes con discapacidad intelectual de origen genético.

Tuve, además, el privilegio de asistir a una consulta de Jérôme con una niña con Síndrome de Down y su familia. Se prolongó casi una hora y confieso que jamás en mi vida fui testigo de una dedicación semejante durante una consulta de rutina en un hospital público. Esa total entrega al paciente, en todas las fases del tratamiento, era un verdadero modelo para sus colaboradores y colegas más próximos.

Un día recibí una invitación para integrar en calidad de experto la comisión encargada de postular su beatificación. Jamás me habría imaginado tamaña responsabilidad, que por supuesto acepté. Conocía bastante la obra de Jérôme desde el punto de vista científico y sobre todo guardaba por él una profunda amistad y reconocimiento.

En suma, la vida de Jérôme fue una extraordinaria imbricación de ciencia y religión, de razón y de fe, de acción y de contemplación. De ello pude hablar en las variadas ocasiones donde tuve que testimoniar en el proceso de beatificación.

Este proceso culminó en la solemne ceremonia que tuvo lugar en la catedral de Notre-Dame, cuando se sellaron las cajas con los documentos de la comisión, frente a una enorme multitud que colmaba la nave central. A mí me tocó subir las gradas del altar y sentarme con los demás peritos, con el obispo y sus acólitos. Nunca me sentí tan impresionado, temí desvanecerme de emoción, pero todo terminó felizmente en el Vaticano, donde ahora prosigue el proceso de beatificación de Jérôme. En enero de 2021, Jérôme recibió el título de “Venerable”. Oremus”

Publicado en investigación, medicina, sociedad.

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